Mis Mensajes al Mundo
Escuchen, estadounidenses, a quienes les encanta menospreciar y maltratar a los inmigrantes, encarcelarlos y deportarlos a sus países. La Toráh de Dios ordena, “tratarás al extranjero que vive entre ustedes como a un nativo, y lo amarás como a ti mismo”. Ustedes si miran a si mismos muy altamente, creyéndose mas grandes que los demás, sin darse cuenta de que todos descendemos de las mismas dos personas, Adán y Eva, y todos somos creados por la misma persona, Dios, y todos somos creados en la representación de Dios, ya sea blanco o negro, asiático o hispano, o incluso judío o gentil. Solo hay una raza, la raza humana, con diferentes variedades dentro de nuestra única raza. Algunos son altos, otros son bajos. Algunos tienen piel negra, otros tienen piel blanca. Algunos tienen ojos azules, otros tienen ojos marrones. Algunos hablan inglés, otros hablan español. Algunos son ricos, algunos son pobres. Algunos tienen fama, otros no. Algunos son dueños de negocios, otros limpian baños. Algunas son bonitas, otras no tanto. Sí, tenemos diferencias, pero también somos muy parecidos. Todos estamos relacionados. Todos somos humanos. Todos somos miembros unos de otros en una sola sociedad en esta única tierra, aunque compuesta por muchas naciones. Un cuerpo tiene muchas partes, unas más importantes que otras, algunas con diferente forma y función que otras, pero todas las células que componen cada parte del cuerpo tienen el mismo ADN. Y la cabeza se preocupa por el pie, y el pie por el dedo. Si el dedo pequeño del pie está dolorido, ¿no sufre también todo el cuerpo? Todas las partes del cuerpo trabajan juntas para sostener todo el cuerpo. Lo mismo ocurre con cada miembro de la sociedad. Si todos fueran médicos, ¿quién limpiaría los baños? Si todos estuvieran limpiando baños, ¿quién estaría enseñando en las universidades? Todos los roles son importantes, de abajo hacia arriba. Cada persona importa. Todo nativo importa. Cada inmigrante importa. Toda persona importa. Cada mujer importa. Cada hombre importa. Así que aprendan a respetarse y amarse unos a otros, sin importar la apariencia, el idioma, el dinero, el género o la nacionalidad. Dar a cada persona una oportunidad justa. Aprendan a vivir en paz unos con otros y a ayudarse unos a otros y a levantarse unos a otros. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, lo cual es otro mandamiento de la Toráh de Dios.